jueves, 23 de mayo de 2013

ARTÍCULO MUY INTERESANTE SOBRE "LA ENTREVISTA DE HISTORIA ORAL: ¿MONÓLOGO O CONVERSACIÓN?


Revista Electrónica de Investigación Educativa Vol. 1, No.1, 1999

La entrevista de historia oral: ¿monólogo o conversación?


Resumen
En esta conferencia se plantean algunos de los debates contemporáneos en torno a la entrevista de historia oral. Se describen los orígenes de las entrevistas de historia oral y se enmarca su replanteamiento en el contexto de la nueva teoría de la historia. Se abordan también sus peculiaridades y problemas en cuanto a la relación entrevistador- entrevistado y el contexto cultural que rodea la entrevista. Finalmente se presenta una
definición que aporta importantes elementos para su caracterización metodológica.



Introducción
Cuando los historiadores comenzaron a hacer entrevistas a testigos y actores directos del acontecer contemporáneo para obtener información no incluida en los archivos documentales, en los textos impresos o en las versiones oficiales de lo ocurrido, los investigadores coincidieron en definir a la nueva actividad como
historia oral. Escuchar a partir de las propias palabras, voz y gestos de la gente la "historia experimentada" parecía algo inaudito. La historia oral devolvía a los individuos su papel en la historia y recuperaba la subjetividad que la historia tradicional negaba por ser incompatible con la construcción del conocimiento
científico y por pertenecer al ámbito de la literatura.
No obstante el consenso que reconocía la entrevista como la materia prima de la historia oral, los profesionales de esta práctica advirtieron que muchas cosas habían cambiado desde sus inicios, en los años cuarenta. Reflexiones teóricometodólogicas obligaron a los especialistas a pensar otra definición de la historia oral, o mejor dicho de la entrevista de historia oral. Ciertamente, desde los años setenta u ochenta, entusiastas de la historia oral como Ronald Grele, Alessandro Portelli, Luisa Passerini y Michael Frisch, entre otros, se abocaron a esta tarea y, desde entonces, se puede decir que la historia oral ya constituye un verdadero movimiento político.
Por principio se sabe que desde mediados del siglo XIX, los periodistas vienen realizando entrevistas para construir la noticia del momento. Con el afán de conocer exactamente lo sucedido, los profesionales de la noticia salieron a las calles para reunir los comentarios y las historias de los testigos presenciales.
Pronto, el verismo los remitió a publicar preguntas y respuestas para reconstruir, con toda fidelidad, esa historia que estaba por escribirse. Por su parte, los escritores, ansiosos de escribir novelas realistas, recurrieron a la entrevista y, por esto, entre otras cosas, todavía hoy, la gente se pregunta quién dice más verdad ¿el historiador o el novelista?2 De ahí que a la historia oral no se le pueda atribuir la invención de la entrevista. De hecho, dice Philippe Joutard que toda historia antes de ser escrita fue contada (Joutard, 1986).
La verdad de las cosas es que la historia oral se benefició, en gran medida, de aquello que con anterioridad habían inventado los periodistas, me refiero al "reportaje testimonial" que aparecía con frecuencia en revistas norteamericanas como el New Yorker. Las personas, estimuladas por preguntas abiertas y atmósferas conversacionales, relataban sus vidas o fragmentos de esas experiencias. Los entrevistados, además de ofrecer información, manifestaban sus vivencias, juicios de valor, puntos de vista, mitos, ideologías, conclusiones.
Se puede decir que a partir del rapport establecido entre los dialogantes se narraban historias que ponían a prueba, por una parte, la capacidad evocadora del entrevistado, su habilidad tanto para aprender de lo vivido como para resignificarlo y de este modo, dar sentido al sin sentido, y por otra, la aptitud del que preguntaba para lograr la confianza de su interlocutor y, de esta manera, conducirlo en el inevitable regreso simbólico al pasado que implican la memoria y el olvido.
A medida que los historiadores orales avanzaban en la aplicación de esta metodología y tomaban más en cuenta los planteamientos de la nueva teoría de la historia, la necesidad de replantear una definición de la entrevista de historia oral devino un compromiso central para sus practicantes. Así, la historia oral ha cuestionado la objetividad defendida por la historia científica o positivista y ha puesto en tela de juicio la tarea de la historia como forma de explicación de la realidad a partir de leyes, para sugerir en cambio una historia interesada en las interpretaciones, entendidas como conocimiento con consenso de verdad, elaboradas por sujetos, actores y objetos de la historia.
La entrevista de historia oral: peculiaridades y problemas Antes de pasar a definir la entrevista de historia oral, conviene apuntar algunas de las peculiaridades y los problemas más importantes que han suscitado sus usos y abusos. Una mística inicial persuadió a los historiadores a emprender una búsqueda ingenua de la verdad de los otros, de los que nunca habían hablado; confiaron además en la transcripción literal de los testimonios seguros de que no perderían ni un ápice de la realidad; supusieron, sin temor a equivocarse, que
siguiendo reglas y metodologías estrictas lograrían relatos impecables, sin contradicciones y, por si fuera poco, de gran exactitud; imaginaron que la objetividad, la neutralidad, los apartarían de las transferencias que siempre se presentan en una relación de entrevista cara a cara; jamás imaginaron los riesgos de identificarse con el entrevistado, probable portador de la hegemonía dominante, y, a causa de este descuido, caer en los riesgos del empowerment (empoderamiento), es decir el dar el poder al otro, consecuencia nada
recomendable sobre todo si la tarea del historiador consiste en la crítica de las ideologías; otras veces, simplemente pasaron por alto que al identificarse, sin reflexión alguna, con la víctima, podrían incurrir en el populismo para terminar, sin proponérselo, con la sustitución de una ideología por otra, y, lo más importante,
pronto se olvidaron de los compromisos éticos adquiridos cuando se aventuraron a penetrar en el mundo de las motivaciones inconscientes, de las lealtades, de lo privado, de las autoimágenes, de las autocensuras, de las memorias traumáticas, de las memorias pública y privada que los individuos guardan para sí por no
contradecir los guiones sociales, los mitos y las ideologías del grupo del que  orman parte y no desean ser excluidos.
Efectivamente, al hacer las entrevistas, el historiador debió explorar la relación entrevistado-entrevistador. Se preguntó quién tenía el poder en la entrevista, cómo influía el contexto de entrevista y cómo se lograba el rapport. La tecnología, a su vez, le recordó que el mensaje cambia con el medio. ¿Qué pasa cuando registramos una entrevista en audio? ¿Qué sucede cuando lo hacemos con una cámara de video? Aún cuando los protocolos acordados para hacer una buena entrevista de historia oral advertían que el entrevistador debía prepararse, establecer un rapport, una suerte de intimidad con su informante, escuchar y hacer preguntas de final abierto, no interrumpir, permitir pausas y silencios, suprimir la jerga técnica o académica, evitar la fiscalización del testimonio del entrevistado, minimizar en la medida de lo posible la presencia de la grabadora; los expertos admitieron que la entrevista de historia oral implicaba un proceso de "seducción", de "cortejo" (Morrisey, 1998, p. 108) porque en este caso era el propio historiador el que se acercaba a preguntar por una historia y no era aquél que sabía la historia el que solicitara reseñarla y ser escuchado. De ahí que los involucrados comprendieran que la relación entre entrevistado y entrevistador era de entrada mucho más compleja y culturalmente más específica de lo que parecía a primera vista.
El caso es que los métodos para entrevistar que los profesionales del centro consignaron como esenciales y únicos, los expertos de la periferia los encontraron totalmente inapropiados para su contexto. Las entrevistas individuales y cara a cara que sostenían los países desarrollados como la única forma de hacer historia oral no funcionaron en un contexto cultural en el que las entrevistas comunitarias  ran la costumbre. En el mundo periférico, la intimidad de una entrevista cara a cara resultaba intimidante y peligrosa. Hay que recordar que en ciertas sociedades, el grupo tiene jerarquías y prácticas tradicionales para recordar. Se
descubre entonces el valor de recordar en grupo.
El hecho es que el historiador oral debe estar consciente que el entrevistado es un representante de la cultura, con una visión particular e individual del mundo,  formada dentro de la cultura hegemónica o en oposición a dicha ideología. En otras palabras es como si los testimonios fueran una combinación de mito e
ideología. De ahí que los testimonios orales deriven de la esfera subjetiva, ubicada dentro de la actividad simbólica vinculada con lo psicológico, cultural y cognitivo. Esto implica que en el proceso de entrevista, el que pregunta debe estar atento al qué se dice, a través de lo que permiten las convenciones de la conversación socialmente ordinaria (lealtades invisibles) y los significados de lo que se dice. Por eso los historiadores orales debemos observar, con el mismo celo, lo que se dice, el cómo se dice y qué significa lo que se dice, pues desde  hace tiempo, la comunicación ya no se comprende más como la emisión estricta y
neutra de información. Las abejas transmiten información pero los hombres comunican afectos, sentimientos, visiones del mundo.
En todo caso, la conclusión más importante que señalan los expertos en cuanto a la historia oral es lo que se refiere al contexto cultural de la entrevista. Es ese contexto cultural y no otra cosa lo que nos distingue como historiadores orales de otros científicos sociales que también usan la entrevista; me refiero al antropólogo,
al sociólogo, al psicólogo, al folklorista. Como historiadores orales tenemos que entender y analizar los variados y diferentes pensamientos históricos y contextos culturales que permean la entrevista y, por tanto, la contextualización que hace el historiador es una parte sustancial de la entrevista de historia oral. Ronald  Grele dice que el historiador oral busca las matrices míticas e ideológicas de la conciencia cultural de la sociedad a través del desarrollo de la idea de la historia.
Cada entrevista es diferente y cada persona implica algo nuevo y único en la relación  ntrevistado/entrevistador (Grele, 1998, 108).

La entrevista de historia oral: definición
Una vez aceptada la propuesta que niega al discurso como la mera formalización del conocimiento porque ya no se cree en la relación objetiva con el mundo ni se  separa más el mundo de lo simbólico de la realidad que lo produce, ahora se puede comprender la realidad como "narrativa" como lo propone el "giro  lingüístico".3 Con apoyo en este planteamiento, los historiadores orales mirarán de nueva cuenta sus entrevistas para distinguir el cómo se pregunta, además del qué se dice, cómo se dice, el qué significa lo que se dice y a quién se dice.4 Desde esta perspectiva, Ronald Grele define entonces la entrevista de historia oral como una "narrativa conversacional". Se dice que es conversacional por la relación que se establece entre entrevistado y entrevistador y narrativa por la forma de exposición - el que se cuenta, relata o narra una historia. Pero debe quedar claro que esta narrativa conversacional es diferente a una autobiografía,
una biografía o una memoria porque las conversaciones grabadas mediante la entrevista de historia oral son el resultado de una actividad conjunta, de una negociación entre entrevistado y entrevistador, organizada a partir de las perspectivas históricas de ambos participantes (Grele, 1998, 44).
La entrevista de historia oral tiene tres aspectos fundamentales: uno interno y dos externos. El interno se refiere a los signos y a sus interrelaciones; es decir la relación de la palabra o el signo con las otras palabras. En otras palabras, la estructura lingüística, gramatical y literaria de la entrevista. El segundo aspecto es
el que se desprende de la relación entrevistado-entrevistador. Esta interrelación se dice que implica una forma perfectamente estructurada que si se estudia detenidamente revela perfectamente qué forma de comunicación se está dando en la entrevista y qué tipo de comunicación se está transmitiendo. Esto compete al ámbito de la performance que nos remite a las circunstancias y contextos en que se está dando la entrevista. Cabe recordar que la entrevista de historia oral no es un producto literario y que por eso mismo no puede separarse del contexto en el que se produce, espacio en el que se confrontan cara a cara un emisor y un receptor y un público para el que ambas partes elaboran esa historia desde sus  muy particulares perspectivas y horizontes culturales. El tercer aspecto, más abstracto y, por eso mismo, más difícil de evaluar y menos estudiado, corresponde a quién se dirige el entrevistado. El que cuenta su historia no sólo habla para sí  mismo, para el que pregunta, sino también habla, a través del entrevistador, para
una comunidad más amplia a la que le explica su propia visión de la historia. Aquí hay dos relaciones contenidas en una. Una entre el informante y el historiador (cada punto de vista es una referencia estándar para el otro y ambas se distinguen a partir de las preguntas contestadas y las preguntas no planteadas o no
respondidas), y otra entre el informante y su propia conciencia histórica, más elusiva porque envuelve los niveles ocultos del discurso que deben leerse como síntomas. Esto es algo más que una Weltanschauung, pues se trata de un campo bien estructurado en el que la gente vive su historia y el que, a su vez, guía su práctica y acción. Es el campo de los mitos, las ideas de historia, las ideologías.
Son actitudes hacia el pasado con profundas consecuencias culturales (Grele, 1998, pp. 44-46). Ahora bien, definir la entrevista de historia oral como una narrativa conversacional implica reconocerla además como un acto comunicativo y como tal representa un hecho "controversial" donde existe un margen de respuesta que supera las simples preguntas de "confirmación" y "aclaración".5 Se trata, dice Eva MacMahan, de un "acto de reciprocidad" en el que entrevistado y entrevistador  están de acuerdo en estar en desacuerdo (McMahan, 1989, en Grele, 1991). La idea es lograr una conversación hermenéutica, que según MacMahan, permita la modificación de los horizontes de experiencia cultural de entrevistador y
entrevistado mediante la apropiación del texto del otro (texto entendido como las maneras en que los sujetos estructuran su relación con el mundo ver A. Schutz) y no las simples pregunta de verificación y comprobación que se hacen en aras de la supuesta objetividad histórica y para reificar la ideología de la otra parte, de la ideología dominante (Grele, 1991, p.113). Significa romper con el círculo vicioso que sólo refuerza las miradas ideológicas de entrevistado/entrevistador, legitima el ejercicio del poder y evade la tensión, el conflicto, para propiciar la "praxis política de la entrevista" propia de la comunicación reflexiva. Al recuperar la capacidad de respuesta que distingue la verdadera comunicación, la entrevista de historia oral
reconquista su razón de ser y aquello que define su especificidad crítica. El problema se halla en mantener esa narrativa conversacional sin perder de vista la postura crítica que orienta la actividad del historiador que investiga el pasado.
Está claro que la historia oral es una narración y también un análisis. El narrador hace su análisis cuando selecciona e impone una gestalt (estructura narrativa) a lo que cuenta y el historiador hace un análisis cuando introduce sus preguntas. De ahí que el lenguaje histórico usado por el entrevistado es el lenguaje narrativo y su forma consiste en el relato que se rompe cuando el historiador interrumpe con su lenguaje histórico cuya forma es la pregunta. Cuando estos lenguajes históricos fluyen en la entrevista y entran en conflicto se puede observar cómo los participantes pugnan por el control de la entrevista y hacen evidente la "praxis política de la entrevista" (p.125). La dificultad para el historiador se halla entonces en no romper con sus preguntas el relato del entrevistado. La narración tiene una gestalt, es decir una estructura narrativa conscientemente elegida tanto en función del significado que guarda esa parte con el resto del conjunto de la historia que se  uenta, así como con el contexto en el que ocurre la entrevista (Rosenthal, 1991, p.107). Esta circunstancia ha inclinado a otros historiadores orales a discutir la pertinencia de la definición de la entrevista de historia oral como una "conversación". Para Dean Hammer y Aaron Wildavsky la entrevista de historia oral es, en cambio, un "monólogo guiado" porque se da en un plano de entrevista, a partir de preguntas y respuestas bien planeadas y pensada; el entrevistado es el más importante en este acto comunicativo; el entrevistador no busca hacerse amigo del entrevistado; el entrevistador no revela sus puntos de vista para guiar al entrevistado o para ponerse de acuerdo con él, por el contrario los oculta y deja al otro hablar todo lo
que desea, no lo interrumpe ni lo acosa con preguntas molestas, aunque al final se puede arriesgar el todo por el todo con una pregunta desafiante (Hammer y Wildavsky, 1996, pp. 40-42). En efecto, las consideraciones apuntadas por Dean Hammer y Aaron Wildavsky resultan sugestivas y críticas para definir la entrevista de historia oral ya sea como conversación o como monólogo guiado. Sin embargo, tengo para mí y creo que las personas que han hecho entrevistas coincidirán conmigo que esta experiencia es difícil de definir en un sentido u otro. Recortar la realidad de la entrevista a partir de una sola característica o situación equivaldría a excluir las situaciones particulares que imponen los diversos contextos culturales de entrevista, las personalidades, trayectorias, ideologías tanto de los entrevistados como de los entrevistadores. Insisto de nueva cuenta, cada entrevista es diferente y cada persona implica algo nuevo y único en la relación entrevistado/entrevistador. Ahí está el arte y la habilidad del entrevistado para saber captar y escuchar lo que requiere su entrevistado y a lo que debe acudirse en los diversos momentos de la entrevista. Las narrativas requieren tanto de monólogos como diálogos, conversaciones y discusiones. Lo importante es que el historiador no pierda de vista que la historia oral es narración y análisis, tanto por parte del que pregunta como del que responde.

Conclusiones
La entrevista de historia oral implica, desde luego, el grabar una historia que cuenta una persona mediante la conversación o el monólogo asistido que conduce un historiador interesado en explorar las contradicciones entre los mitos, las ideologías, las visiones de la historia, las motivaciones inconscientes, los scripts individuales y familiares, las memorias pública y privada, lo personal y lo político.
La entrevista tiene aspectos lingüísticos, gramaticales, literarios por lo que toca a los signos-palabras y sus relaciones; cuenta con aspectos psicológicos y sociales condicionados por la relación entrevistado entrevistador y el contexto de la entrevista, y tiene otro aspecto más difícil de desentrañar, me refiero al ideológico, a ese aspecto que el individuo deja ver cuando quiere contar su historia a una audiencia más amplia, a su comunidad. Es esa matriz ideológica que orienta al entrevistado en su praxis y acción en el mundo.
Si se repasan estas consideraciones se puede admitir que la experiencia de entrevista es mucho más compleja y que en cada momento el acto comunicativo se expresará de distintas maneras. Por momentos el entrevistado pensará para sí y sólo demandará el eco de su interlocutor para sentirse acompañado en su
intento solitario por resignificar la experiencia vivida; pero en otros momentos deseará escuchar las preguntas del entrevistado para dar sentido a lo qué no comprende porque la gestalt de su narración se ha roto y parece no encajar dentro del conjunto al que da sentido y a su vez le da sentido. De este modo, el
entrevistado va reeditando su relato tanto a partir del análisis que implica el propio acto de recordar como a partir de responder las preguntas que sugieren el lenguaje analítico del historiador. La praxis política de la entrevista sugiere así la controversia, la tensión propia de un formato de diálogo más duro que el propio de
una conversación cotidiana, pero el rapport típico de la relación entrevistado entrevistador recuerda la  confianza, así como las condicionantes éticas que propician la entrevista de historia oral.


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